jueves, 11 de enero de 2007

UNA TELEVISION ÚTIL

Hace unos días, en un conocido programa de televisión, caiga quien caiga, sentí claramente la fuerza de la televisión. En el programa hay una sección denominada “denuncie ya” en la cual un reportero del programa “Gonzo” recorre pueblos y ciudades, atendiendo las quejas y denuncias de ciudadanos de este país. A veces nos hace transportar a lejanas épocas: gente sin agua potable, sin escuelas, sin médicos en el pueblo… situaciones difícilmente comprensibles en la sociedad y la calidad de vida de la “mayoría” de este país. Sin embargo, el mayor logro de este programa, fue unos cuantos kilómetros fuera de la península, en unas tierras áridas, duras e incomprendidas. Es el Sahara occidental, y sus habitantes los saharaui; un pueblo abandonado, que en su día fue colonia española, pero ahora son ciudadanos de la nada. Una vergüenza nacional, gentes que viven en la pobreza, sin condiciones para tener una vida minimamente digna. El reportero “Gonzo” viajo in situ para contemplar tanta injusticia. Aparte de los problemas de agua, de alimento, de hogar… lo que mas llamaba la atención era la no existencia de un hospital, centro de salud, habitaciones para cuidar enfermos… como lo quieran llamar, para 40.000 personas nada menos. Aquí se puso manos a la obra el intrépido reportero que puso en marcha la “cadena de favores”. Empezó con cuidados de a pie, cambiando mecheros por bufandas, flores por botellas de vino; pero llegó el momento de dar el salto, tocaba ir a por los famosos. Aquí es donde entra el poder mediático de la televisión, con cámaras delante ¿Quién se niega por una buena causa? Pau Gasol, Paco de Lucia… hasta que en las manos del reportero se encontraba un cuadro de un famoso artista, pero al pueblo saharaui el arte como que no. Había que cambiarlo por dinero. ¿Dónde? Un banco famoso. Aquí era el final de la cadena, el último paso, y el banco accedió. Misión cumplida, lo que empezó con un botón de una cazadora, acabo en dos trailer de ayuda humanitaria, de primera necesidad para un pueblo vilipendiado y olvidado. A veces, uno se siente orgulloso de algo, y este programa es una de ellas. Gracias, caiga quien caiga.

Andrés Recuenco

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